sábado, 2 de mayo de 2009
Evrin la Clèriga
El ruido de la tormenta ahogó el grito desgarrador de la mujer tendida en la cama; entre sus piernas, la comadrona la animaba con dulces palabras mientras veía ya la coronilla de la criatura que luchaba por abrirse camino al mundo:
-Un último empujón mi señora, sólo un poquito mas dama Mevriwen.
Una de las criadas tiró al rincón un montón de paños empapados en sangre y los sustituyó por otros limpios que en un instante se tiñeron de rojo.
En el exterior, la lluvia arreciaba y los rayos asaetaban la oscuridad dejando entrever las cargadas nubes que cubrían el cielo nocturno.
La parturienta, agotada, dejó escapar un sollozo ahogado entre sus labios que, una y otra vez, murmuraban la misma oración dirigida a su Valar protector.
La comadrona, preocupada por el bebé y viendo a su señora exhausta, presionó con mano experta sobre su vientre hasta arrancar un nuevo grito de angustia y dolor de la mujer.
Sacando fuerzas de donde parecía imposible, Mevriwen se incorporó sobre el lecho y, con el rostro desencajado, empujó al ser que se debatía en su interior hasta que sintió cómo algo se rompía dentro de ella mientras la criatura se deslizaba en las manos de la comadrona.
Le pusieron de nombre Evrin y sólo pudo disfrutar del calor de su madre durante tres días. A pesar de esta ausencia, nunca le faltó amor y cariño a la recién nacida; no eran muchos los nacimientos entre los elfos y la pequeña pronto se convirtió en el centro de todas las atenciones.
Con el tiempo, Evrin dirigiría su mirada a los dioses, con su ingreso y posterior ordenamiento como clériga de la orden de Solinarys; quizás, la proximidad de ellos la hacía sentirse mas cerca de su madre.
Transcurrió el tiempo en el Monasterio donde conoció a Mawyen una elfa como ella, mujer, con poderes mágicos para empuñar la Espada Carmesí.
Compartieron habitación, comida, enseñanzas, inquietudes...pero el carácter indomesticable de Evrin le creo grandes problemas, hasta que un día fue llamada a la sala del cónclave para ser juzgada por sus actitudes.
Evrin se encamino con su cabeza erguida y paso decidió hasta la gran puerta de la sala, la miro de arriba abajo y sin pensárselo dos veces la abrió con sus dos manos, entro dentro y dejo que la puerta se cerrara por su propio peso, se situó en el centro de la sala y observó contando las figuras que completaban el circulo...
Eran dieciséis las mujeres embozadas en largas capas que se extendían en círculo; alrededor de ellas se alargaban sus sombras hasta subir por los muros de piedra de la capilla. Las antorchas desprendían un acre humo que se arremolinaba en la cúpula del edificio creando imágenes fantasmagóricas que cambiaban continuamente de forma.
En el centro de la estancia, una solitaria figura hacia frente a las ceñudas miradas de las que hasta hace tan poco tiempo habían sido sus compañeras.
- Evrin, clériga de Solinary, estamos aquí reunidas para juzgarte por tus crímenes resonó la cascada voz de una de las mujeres que formaban el círculo.
La aludida clavó sus ojos en la capucha que cubría el rostro de la anciana portavoz. Sus labios se arquearon en una sonrisa feroz que desembocó en una carcajada despectiva.
- Vosotras? ¿vosotras, viejos pellejos resecos pretendéis juzgarme a mi?- nuevamente resonó el eco de sus risas en los sagrados muros.
Las figuras embozadas rebulleron ante sus palabras y algunas manos agarraron crispadas los bordes de las capas. Sin hacer caso de la interrupción, la clériga portavoz prosiguió con su alocución.
- Se te acusa de deshonrar la orden, mancillar su buen nombre, arrastrar el nombre de Solinary por los suelos, -
Conforme iba hablando la mujer se iba enfureciendo cada vez mas al punto de que llego a dar varios pasos sin darse cuenta, rompiendo con ello la perfección del círculo.
La acusada, mirándose las uñas como si todo aquello no fuera con ella, dejó terminar a la anciana y arqueando una ceja preguntó con una voz que destilaba inocencia:
- ¿arrastrar su nombre? ¿Acaso el amor puede mancillar algo?¿No es amor lo que propugna nuestro señor?
Un exasperado bufido de la anciana, y de parte de la concurrencia, interrumpió a Evrin.
- Amor? como osáis llamar amor a revolcarse en un pajar con ese..ese petimetre engominado?
- El señor Llitien ha conquistado mi corazón y eso que vos decís no es sino la expresión de nuestros sentimientos - respondió Evrin alzando el mentón.
- claro, y hace unos días fue el jardinero quien lo había conquistado - la anciana, con los brazos en jarras, estaba ya a sólo unos pasos de la acusada.
- eso, eso, y el sábado el mozo de cuadras, que los vi como se metían en uno de los establos - saltó una voz entre las otra mujeres.
- bueno....- comenzó a explicarse Evrin--
- Y también con el capellán del Sancellan - sonó una tercera voz procedente del círculo.
- Ya basta - gritó la acusada dando un golpe en el suelo
- no sois mas que unas viejas feas y envidiosas incapaces de repartir la dicha de nuestro dios como es debido. - dicho esto, se desprendió de su hábito y se puso en marcha hacia la salida.
- me voy porque yo quiero y no porque me expulséis, vacas gordas y frígidas. - les gritó mientras se iba.
Partió con paso firme y decidido del monasterio que la había acogido durante todo el tiempo que duraron sus enseñanzas, tan solo se giró un instante mirando a la única elfa (Mawyen) que la entendía, movió sus grandes orejas en señal de despedida y continuo caminando con la cabeza erguida y tarareando una canción hasta que su silueta se perdió en la frondosidad de los bosques......
Elbereth Gilthoniel "Imladris"
A Elbereth! Gilthoniel!
¡O Elbereth! ¡Prendedora de estrellas!
silivren penna míriel
blanca deslumbrante, bajando, centelleando como una joya,
o menel aglar elenath!
¡la gloria de la hueste celestial!
Na-chaered palan-díriel
Habiendo mirado fijamente lejos
o galadhremmin ennorath,
desde las tierras tejidas de árboles de la Tierra Media,
Fanuilos, le linnathon
a vos, La Eternamente Blanca, te cantaré,
nef aear, sí nef aearon!
desde este lado de la mar, ¡acá en este lado del océano!
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